MATRIMONIO Y BODAS DE PLATA

(27/abril/1991)   JAN
 
Hoy celebramos las Bodas de Plata del matrimonio Foster-Andrade, con el aplauso de todos. Veinticinco años de matrimonio es un montón de tiempo, que encierra, para ellos especialmente, muchas, muchas vivencias de vida entre dos: amor, dolor, sacrificio, felicidad.
 
Por eso, Lucita y yo hemos pensado hoy, de manera especial, en nuestros hijos que viven al otro lado del mar y que ahora nos visitan. A Blake y La Verito los miramos como una pareja que ha hecho ya, un largo camino de "vida entre dos". Para comenzar, hoy nos parece claro que no se han tirado los trastos a la cabeza ni han roto la vajilla. Al contrario, vemos que hay entre ellos ese recíproco complemento que, cuando es cordial, fusiona a dos en uno por toda la vida. ¡Gracias a la vida porque así sea siempre! En los tiempos que corren el matrimonio ha sido zarandeado por vientos borrascosos en todas partes: ante tanto desacuerdo matrimonial, uno es tentado a plantear la pregunta: ¿estuvo bien diseñado el matrimonio por Yahvé en el Paraíso? La experiencia que vemos todos los días está dando la respuesta de que el matrimonio, esa mini sociedad que tiene todos los elementos para ser perfecta, puede ser un cielo en la tierra, o un infierno en vida. ¿De qué depende este acertijo?

En el comienzo de los tiempos, después que Dios crió al hombre, le puso en el Paraíso para que lo cultivara y lo cuidara. Adán dio a todos los animales el nombre que les correspondía y todos le obedecían de buena gana, como señor y dueño. Un día que Yahvé vio a Adán pasear pensativo por las veredas del jardín, se dijo a sí mismo: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una compañera. Y entonces Dios preparó todo lo necesario para dar comienzo a aquella cirugía profunda de la que nos habla el gran Moisés en su Génesis: sueño profundo de Adán como anestesia, trasplante de corazón abierto…, cosido de las heridas…etc. Cuando la cirugía terminó  y Adán despertó de su profundo sueño, Dios le presentó a su compañera, como una criatura radiante y nueva; el hombre al verla exclamó boquiabierto: ¡ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!  Este fue el primer piropo lanzado en el mundo, piropo con el que Adán la proclamaba su alter ego,  el complemento y la atracción entre él y su hermosa costilla. Y, entrenado como estaba para poner nombres, la llamó hembra porque del hombre fue sacada. Por eso, añade el Génesis, el hombre dejará a sus padres para unirse a una mujer y serán los dos una sola carne.
 
Durante la cirugía, Adán, el durmiente, no dormía; estaba concibiendo la obra de sus sueños... Era el primer poeta del mundo que daba carne a su propio poema. Como Miguel Ángel que durante noches intensas soñò a su Pietà, como la Venus que salió del apasionado cincel del escultor griego, como Dulcinea salida del delirio de  Don Quijote, caballero andante. ¿Se puede pensar en una identidad mayor que la que hay entre el poeta y su poema? Por eso el piropo de Adán: "hueso de mis huesos".  Adán era el animal hecho a la medida de Eva y Eva según los sueños de Adán. Los dos hemisferios, según la poesía de Platón, el cóncavo y convexo de la canción, no son sino metáforas para significar hombre y mujer en matrimonio. El secreto es mantener viva esta unión. Adán y Eva hicieron algo bueno después de su pecado: aunque vivieron el destierro fuera del Paraíso, permanecieron unidos. Dejaron de achacarse recíprocamente la culpa del pecado. Siguieron amándose.
 
¡Cuánto sentido y poesía hay en este relato del Génesis, uno de los libros sagrados de la literatura hebrea! Al hacerlos Dios el uno para el otro, diseñó el matrimonio y la familia sobre leyes naturales y no sobre reglas sobrepuestas. Los hijos, que vendrán  luego, nacidos del concurso de cuerpos y almas, son eslabones fortísimos para sellar la unión de los padres, con lo que continúa el milagro de la creación.
 
El Génesis hebreo emparenta bien con el sincretismo griego de Platón. Poeta y soñador de todos los tiempos, Platón acudió a un mito para explicar la divina estructura con que fue creada la familia por Zeus, el dios griego: el hombre había sido creado perfecto por los dioses, como es perfecta la geometría de una esfera; esa extrema perfección llevó al hombre al engreimiento, lo que enojó a Zeus quien, para restablecer el equilibrio primitivo, tomó una espada y partió por la mitad a la esfera  que –desde entonces– quedó convertida en dos hemisferios; así el hemisferio-hombre quedó sentenciado a buscar con fuerza cósmica su otra mitad; esa fuerza es el amor cuyo destino maravilloso es reconstruir la esfera perfecta. ¡Arquitectura poética la de Platón! Pero es indispensable que, a base de amor, la búsqueda de la otra mitad logre encontrar el hemisferio que le ha sido asignado a cada uno desde siempre por los dioses; si no lo encuentra, el diseño de la arquitectura divina del matrimonio no podrá ser llevado a buen término.

¡Pues bien, ya está todo hecho! No falta nada para que cada hombre busque a su hembra que es su propio hemisferio, que la encuentre y que comience en el mundo una vida de puro amor y felicidad.

Espero que Blake, mi yerno, -este fornido Adán moderno, con short y chancletas– reconocerá siempre en la Verito a la Eva que salió de su costilla. Fuera ya del paraíso, el camino que debe andar todo matrimonio es el rudo camino del destierro. ¡Pero el amor está siempre dispuesto a caminar!
 

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