IDIOSINCRASIA.

Otro tema de que hablamos con Verito, mi hija, fue el temido tema de la idiosincrasia del ecuatoriano; temido para mí, porque inevitablemente tengo que destapar una llaga que es como un pecado original con el que nacemos.

Cuando en la vida, te lanzas ya al tráfago de la actividad diaria,  tomas contacto con una trama de interrelaciones con personas y grupos, en una como ágora de actividades compromisorias. Adquieres obligaciones y derechos, grandes o chicos, que atrapan tu diario vivir como una telaraña. En esta ágora comienzas a sentir roces y conflictos diarios: no se cumple la obligación ni la palabra empeñada; el que conduce su carro viola mucho o poco la ley y a veces causa graves daños a terceros; la policía debe resolver estos casos; pero las necesidades insatisfechas son las eternas consejeras del policía, quien generalmente está dispuesto a traficar con su autoridad; si un policía se niega a tus propuestas aparentando honestidad, es porque le has ofrecido poco, porque en este terreno todos tienen su precio. Si acudes a un juez por remedio de estos males, has entrado en un sal sipuedes; pierdes tiempo, dinero y –lo más lamentable– la fe en la justicia. Los Hermanos Restrepo son una muestra sangrienta: una mujer policía  tuvo la crueldad de “informar” a los afligidos padres, que los jovencitos –en su huida de la autoridad policial– se habían precipitado en las profundidades del río Machángara, en donde perdieron sus vidas; al mismo tiempo les entregaba –como indicio– un zapato estropeado, como único resto de su muerte. Todo un embuste. ¡Frescura abominable en una mujer policía!

Si te deben dinero te costará recuperarlo; si das en arriendo un inmueble es muy probable que hayas creado un avispero: el inquilino se tomará plazos y más plazos para pagarte, hasta que, abultada la deuda, desistirá de hacerlo; si a la vuelta de mucho tiempo, a veces años, te devuelve el local lo recibirás destruido sin piedad. ¿Y los jueces? Ellos, envejecidos en estos altercados –que es de lo que viven– contemplan tranquilos la contienda que, enturbiada por los abogados de las partes, no tiene otra solución posible en este mundo que esperar que San Pedro agache el dedo.

Mencioné a los abogados: ¡Ah los divinos abogados! Siempre he pensado que son los principales corruptores de la ley y de los jueces. La necesidad de ganar el litigio para ganar un cliente les lleva a defender la causa a ultranza. El buen abogado es el que, cuando su causa está perdida, se dedica a confundir de la mejor manera las cosas en el Juzgado. Así la propia ley y los inefables jueces quedan terriblemente manoseados y sesgados. El dicho popular es sabio: Dios creó de la nada un mundo y el abogado, de la nada, un pleito. En esta materia hay abogados que han inventado una cuarta instancia judicial, que no falla, y es ¡hacer perder el expediente!

Si vas a construir tu casita, prepárate a gastar lo que nunca pensaste, pues el arquitecto que te entrega el plano, presupuesto y plazo de construcción, aprobado por las autoridades, es probable que te siga plantillando trabajos mensuales realizados en la construcción de tu casa, hasta más allá del doble del plazo y presupuesto fijados por él mismo. Si, justamente enfadado, te lanzas a reclamos judiciales, la posibilidad de que puedas vivir en tu casa se aleja cada día. No es raro en estos tiempos que los médicos, por cuyas manos pasa la salud del cristiano, te realicen alguna cirugía innecesaria (una cesárea, por ejemplo) para facturarte honorarios. Qué malo todo esto!

Pero -quizá pienses- en los negocios menores voy a tener suerte … No estés tan seguro: si llevas tu carro a revisión debes tener ojos bien abiertos porque no es raro que se sustraigan una pieza importante del motor (caja de cambios, la cabeza electrónica, etc) y te la remplacen con una usada de desecho. Retirado tu vehículo de la mecánica, puede ocurrirte un grave accidente de carretera por un mal trabajo, pero nada puedes hacer porque no puedes probar el mal trabajo.

Si una secretaria pública o privada te promete devolver una llamada telefónica enseguida o después de un cuarto de horita, puedes esperar la llamada, sentado, hasta las calendas griegas.

La política ecuatoriana es un testimonio de vicios y pasiones que traspasan todos los límites de lo que puedes pensar: en esta lucha meten cuchara los partidos políticos, funcionarios de todo nivel, diputados, periodistas, rotativos de prensa, politólogos, profesionales y francotiradores. Sobre un asunto, cada uno tiene su verdad, que la defiende con ciega pasión, de suerte que, a medida que crece la discusión, más se aleja la verdad. Esta búsqueda de la verdad se basa en el zafio principio de que las cosas en la realidad son blancas o negras, buenas o malas; para el ecuatoriano que hace política no hay nada color gris. Los argumentos casi siempre son sofismas, es decir, silogismos de 4 pies. La discusión política no ataca al argumento del oponente sino al oponente mismo. Señor González, usted no puede ser candidato porque ha cometido un peculado. En vez de demostrar el Sr. González que es inocente de peculado, contesta a su oponente: Usted debería estar callado porque es un bígamo y evasor de impuestos. Luego sigue un cruce de insultos y la discusión sobre el peculado queda intocada. Nunca fue tanta verdad lo de Antonio Machado: de diez cabezas españolas, una piensa y nueve embisten.

Los políticos, especialmente los de origen popular, creen que la vida en democracia les da derecho para hacer cualquier cosa (decir lo que quiera, manifestarse en las calles, pegar a policías, tirar piedras, romper vidrieras, incendiar carros; si alguien les reclama, ponen el grito en el cielo porque, en cambio, no reconocen ninguna obligación.

Casi todos los ecuatorianos evaden impuestos, porque no han formado conciencia de que sin los impuestos el Gobierno de turno no puede cumplir sus obligaciones de buscar el bien común de los ciudadanos. Además, el bien común le importa poco, si se ha ahorrado un poco de dinero. El ecuatoriano no es solidario. No hay una sola organización corporativa en que el 100% de los miembros pague sus contribuciones: este es el cáncer de la propiedad horizontal, cooperativas, comités de vivienda, sociedades, corporaciones de toda índole. En nuestra organización barrial que conozco (donde las cuotas a pagar son muy bajas) un 60% de los vecinos está en mora: un médico dice que no paga porque «se malgasta el dinero»; un abogado alega que no paga porque a él no le benefician las prestaciones de la Directiva; otro dice con frescura que a él «no le da la gana».

Lo dicho no es más que la descripción de la enfermedad. ¿De dónde o cómo se ha formado esta idiosincrasia? ¿Este mal puede tener una cura? Dos preguntas de difícil respuesta. Muy complejo encontrar la causa verdadera.

La causa podría estar en: la raza, la educación, nivel cultural, medio social; o en fin, medio geográfico, el clima, la altitud, presión atmosférica, la religión. (Giovanni Papini gran intelectual italiano de comienzos del s.20 sostenía como un reto, ante el mundo entero, que la zona tórrida del mundo físico, como Colombia, Ecuador, Venezuela, jamás podrían producir un genio humano en ninguna de las áreas.)

No hay ningún estudio serio cuyas conclusiones pudieran dar luz en este túnel. Mi hija, Verito, dice que algunos piensan que es la religión católica difundida en toda Iberoamérica. La demostración «a contrario» estaría en los efectos diferentes que se ven en USA, Canadá, el Reino Unido, Alemania. Este argumento no parece probatorio. Pero el hecho de que toda Hispanoamérica haya criado gente subdesarrollada, con una parecida idiosincrasia, demostraría –eso sí– que la religión de los hispanos en Sudamérica no ha sido factor determinante para impedir, en sus practicantes, conductas permisivas y mediocres.

Claro que este mismo hecho podría demostrar que la religión católica de los hispanos es solo un remedo de religión católica y esto nadie podría ponerlo en duda. ¿Qué es lo que demuestra? Hacen falta antropólogos, filósofos y sociólogos de nota, pero no los sociólogos “vagos” a los que se refería Febres Cordero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario