Entre
genio femenino y feminismo. Entrevista a la autora del libro «La mujer en una
dimensión» Fecha publicación: 2007-03-08
ROMA, jueves, 8
marzo 2007 (ZENIT.org).-
En esta entrevista a Zenit, Alessandra Nucci, autora del libro en italiano «La
mujer de una sola dimensión. Feminismo antagonista y hegemonía cultural»
critica el feminismo que quiere cancelar el papel de madre y mujer, y presenta
el genio femenino como senda para la verdadera emancipación.
–En su libro acusa a ciertas corrientes feministas de haber distorsionado
la condición natural de la mujer. Nos explica por qué y cómo se habría
producido esta distorsión:
–Nucci: Yo
acuso a un feminismo de élite de haberse apropiado de las justas instancias de
las mujeres para llevarlas a apoyar la construcción de una cultura
«antagonista». Es una instrumentalización ideológica cuyas raíces se pueden
encontrar en el siglo XIX, pero en los años noventa encontró una desembocadura
y una cobertura en la teoría «de género», una reformulación de la antropología
de la que la mayor parte de las mujeres no sentía necesidad.
–Usted sostiene que estas formas de reivindicación están relacionadas con
la desestructuración de la familia por una parte y con las políticas
demográficas y de reducción de nacimientos por otra.
–Nucci: El
género impone un concepto de igualdad que en realidad lleva a la uniformidad, y
se traduce por tanto en un debilitamiento de las pertenencias y las identidades
que forman la familia. Son pasos que resultan visibles en concreto si se sigue
el desarrollo de las conferencias y de las convenciones de la ONU. La
Conferencia de El Cairo de 1994 debía ocuparse de «población» pero vio una
masiva participación feminista dedicada a reivindicar los propios «derechos
reproductivos», entendidos como el derecho a no tener hijos.
Al año siguiente,
las mismas componentes actuaron en la Conferencia de la Mujer en Pekín para
oficializar, con hábiles estrategias de organización del «consenso» la
redefinición de la palabra «género». Es una conquista del territorio cultural,
palmo a palmo, que luego revierte en la cultura mundial, a través de un sistema
piramidal de entes y organismos, gubernamentales y no gubernamentales, que se
remontan a la ONU, que han asumido todos una componente educativa, y de los que
la mayor parte de nosotros no sospecha ni siquiera su existencia.
–Entre las corrientes culturales que usted indica como decisivas en esta
desestructuración de las identidades, ¿está el eco feminismo, que usted
considera como un intento de favorecer formas de panteísmo neopagano? ¿Puede
decirnos algo al respecto?
–Nucci:
La alianza entre feminismo y ecologismo se formalizó en la Conferencia Mundial
de Río de Janeiro sobre Ambiente y Desarrollo de 1992. Estaban presentes
decenas de delegaciones feministas, que lograron insertar en los documentos
finales abundantes referencias a la condición de la mujer. De este modo, desde
esta conferencia que por primera vez expresó una visión del mundo biométrica,
el hombre ha ido poniéndose cada vez más al mismo nivel que la flora y la
fauna, mientras que a la mujer ha sido dado el papel de guardiana de la
naturaleza, con la que tendría en común la capacidad de dar la vida y la suerte
de víctima de la sociedad patriarcal.
La paradoja es que
es justo el ecologismo que confluye en el panteísmo New Age, y que tiene por
sacerdotisas a las mujeres dedicadas a las filosofías orientales, el que ha
difundido la cultura que quiere hoy que todo sea «natural» y «holístico», desde
las patatas hasta la educación. Pero cuando se trata de la fisiología natural
de la mujer, todo medio es lícito y oportuno para desincorporar de ella la
maternidad y manipularla con medios artificiales.
Estas teorías se han
injertado en el terreno ya preparado por una parte de la teología feminista,
que en sus formas más extremas ha dado lugar a formaciones neopaganas, y que
tanto ha contribuido al vaciamiento de los conventos estadounidenses a partir
de finales de los años sesenta.
–En un capítulo de su libro usted sostiene que la Iglesia no rechaza en
conjunto todo el feminismo sino que hace un discernimiento bien preciso. ¿Qué
quiere decir?
–Nucci:
Mientras que en la cultura «de la acusación» en la que vivimos hoy las
diversidades son exaltadas para contraponerlas, la Iglesia ve en las
diferencias algo que lleva a la relación. Es lo que escribía Benedicto XVI en
su «Carta a los obispos sobre la colaboración del hombre y la mujer en la
Iglesia y en el mundo», publicada en 2004, cuando era prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe. Sobre las huellas de los escritos del Papa Karol
Wojtyla, también la «Carta a los obispos» ponía de manifiesto el hecho de que
existen valores y un «genio» distintamente femeninos. Pero desde cuando Pablo
escribió «no hay ya ni hombre ni mujer» (Gal 3,27-28), la Iglesia siempre ha
afirmado la paridad entre los sexos, depurada de la rivalidad.
La historia y los
documentos están para atestiguar además que no es ni siquiera verdad que
celebre a la mujer sólo si es mujer o madre. El solo hecho, en fin, de que para
la Iglesia el modelo de perfección para todos, varones y féminas, sea una
mujer, María de Nazaret, debería ser prueba suficiente de que el catolicismo
está a favor de la mujer por definición. Por suerte, si el léxico antagonista
pliega todo a la tesis de la opresión patriarcal, hoy son mayoría, aunque no
hagan ruido, las teorías feministas que valorizan en la mujer justo esta gran
propensión a la relacionalidad.
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