LA INCÓGNITA DEL
HOMBRE
De esta obra monumental del
francés Alexis Carrel, que marcó un hito fecundo en el conocimiento del «hombre, el gran desconocido», solo
entregamos para este BLOG el Índice de capítulos y subcapítulos, y el Prefacio
del autor, por razones del espacio electrónico. (jan)
INDICE
CAPÍTULO I: DE LA NECESIDAD DE CONOCERNOS A NOSOTROS MISMOS
i. La ciencia de los seres vivos ha progresado más lentamente que la materia inanimada. Nuestra ignorancia de nosotros mismos.
ii. Esta ignorancia es debida al modo de existencia de nuestros antepasados, a la complejidad del ser humano, a la estructura de nuestro espíritu.
iii. De cómo las ciencias físicas y químicas han transformado nuestro medio.
iv. Lo que ha resultado para nosotros.
v. Estas transformaciones del medio son temibles, porque han sido hechas sin conocimiento de nuestra naturaleza.
vi. Necesidad práctica del conocimiento del hombre.
CAPÍTULO II: DE LA CIENCIA HOMBRE
i. Necesidad de elección en
la masa de datos heterogéneos acerca de nosotros mismos. El concepto
operacional de Bridgman. Su aplicación en el estudio de los seres vivos.
Conceptos biológicos. La mezcla de conceptos de las diferentes ciencias.
ii. Es indispensable hacer un
inventario completo. Ningún aspecto del hombre debe parecernos privilegiado.
Evitar dar una importancia exagerada a alguna parte del mismo con perjuicio de
las otras. No limitarse a lo que es sencillo. No suprimir lo que es
inexplicable. El método científico es aplicable a toda la extensión del ser
humano.
iii. Es preciso desarrollar
una ciencia verdadera del hombre. Esta es más necesaria que las ciencias
mecánicas, físicas y químicas. Su carácter analítico y sintético.
iv. Para analizar al hombre
hacen falta multitud de técnicas. Son las técnicas las que han creado la
división del hombre en partes. Los especialistas. Sus peligros. Fragmentación
indefinida del sujeto. La necesidad de sabios especializados. Como mejorar los
resultados de las investigaciones. Disminución del número de sabios y
establecimiento de condiciones propias a la creación intelectual.
v. La observación y la
experiencia en la ciencia del hombre. La dificultad de las experiencias
comparativas. La lentitud de los resultados. Utilización de los animales. Las
experiencias hechas sobre animales de inteligencia superior. La organización de
las experiencias de larga duración.
vi. Necesidad práctica del
conocimiento del hombre.
CAPITULO lII:
EL CUERPO Y LAS ACTIVIDADES FISIOLÓGICAS
i. El hombre, sus dos aspectos. El
substractum corporal y las actividades humanas.
ii. Dimensiones y forma del cuerpo.
iii. Superficies interior y exterior.
iv. La sangre y el medio exterior.
v. La sangre y el medio interior.
vi. La nutrición de los tejidos. Loa cambios
químicos.
vii. La circulación de la sangre, los
pulmones y los riñones.
viii. Las relaciones químicas del cuerpo con
el mundo exterior.
ix. Las funciones sexuales u la reproducción.
x. Las relaciones físicas del cuerpo con el
mundo exterior.
xi. Sistema nervioso visceral. La vida
inconsciente de los órganos.
xii. Complejidad y sencillez del cuerpo. Los
límites anatómilos y los límites fisiológicos de los órganos. Homogeneidad
fisiológica y heterogeneidad anatómica.
xiii. Modo de organización del cuerpo. La
analogía mecánica. La antítesis. La necesidad de atenerse, sin más, a la observación
inmediata. Las regiones desconocidas.
xiv. Fragilidad y solidez del cuerpo. El
silencio del cuerpo durante la salud. Los estados intermediarios entre la
enfermedad y la salud.
xv. Las enfermedades infecciosas y
degenerativas.
CAPÍTULO lV:
LAS ACTIVIDADES MENTALES
i. El concepto operacional de la conciencia.
El alma y el cuerpo. Preguntas que no tienen sentido. La introspección y el
estudio del comportamiento.
ii. Las actividades intelectuales. La
certidumbre científica. La intuición. Clarividencia y telepatía.
iii. Las actividades afectivas y morales. Los
sentimientos y el metabolismo. El temperamento. El carácter innato de las
actividades morales. Técnicas para el estudio del sentido moral. La belleza
moral.
iv. El sentimiento estético. La supresión de
la actividad estética en la vida moderna. El arte popular. La belleza.
v. La actividad mística. Las técnicas de la
mística. Concepto operacional de la experiencia mística.
vi. Las relaciones de las actividades de la
conciencia entre sí. La inteligencia y el sentido moral. Los individuos
inarmónicos.
vii. Las relaciones de las actividades
mentales y fisiológicas. La influencia de las glándulas sobre el espíritu. El
hombre piensa con su cerebro y con todos sus órganos.
viii. Las influencias de las actividades
mentales sobre los órganos. La vida moderna y la salud. Los estados místicos y
las actividades nerviosas. La plegaria. Las curaciones milagrosas.
ix. La influencia del medio social sobre, el
sentido estético, el sentido moral y el sentido religioso. Detención del
desarrollo de la conciencia.
x. Las enfermedades mentales. Los débiles de
espíritu, los locos y los criminales. Nuestra ignorancia de las enfermedades
mentales. Medio y herencia. La debilidad de espíritu en los perros. La vida
moderna y la salud psicológica.
CAPÍTULO V: EL TIEMPO INTERIOR
i. La duración. Su medida por
el tiempo solar. La extensión de las cosas en el espacio y en tiempo. Tiempo
matemático. Concepto operacional del tiempo físico.
ii. Definición de tiempo interior.
Tiempo fisiológico y tiempo psicológico. La medida del tiempo fisiológico.
iii. Los caracteres del
tiempo fisiológico. Su irregularidad. Su irreversibilidad.
iv. El substractum del tiempo
fisiológico. Cambios sufridos por la células vivas en un medio limitado. Las
alteraciones progresivas de los tejidos y del medio interior.
v. La longevidad. Es posible
aumentar la duración de la vida, pero ¿vale la pena lograrlo?
vi. El rejuvenecimiento
artificial. Las tentativas de rejuvenecimiento. ¿Es posible rejuvenecer?
vii. Concepto operacional del
tiempo interior. El valor real del tiempo físico durante la infancia y durante
la vejez.
viii. La utilización del
concepto de tiempo interior. La duración del hombre y la de la civilización. La
edad fisiológica y la del individuo.
ix. El ritmo del tiempo
fisiológico y la modificación artificial de los seres humanos.
CAPÍTULO VI: LAS FUNCIONES DE ADAPTACIÓN
i. Las funciones adaptativas.
ii. Adaptación intraorgánica.
Regulación automática de la composición de la sangre y de los humores.
iii. Las correlaciones
orgánicas. Aspecto teleológico del fenómeno.
iv. La reparación de los
tejidos.
v. La cirugía y los fenómenos
de adaptación.
vi. Las enfermedades.
Significado de la enfermedad. La resistencia natural a las enfermedades. La
inmunidad adquirida.
vii. Las enfermedades
microbianas. Las enfermedades degenerativas y los fenómenos adaptativos. Las
enfermedades contra las cuales el organismo no reacciona. Salud artificial y
salud natural.
viii. Adaptación
extra orgánica. Adaptación a las condiciones físicas del medio.
ix. Modificaciones
permanentes del cuerpo y de la conciencia producidas por la adaptación.
x. Adaptación al medio social
por medio del esfuerzo o de la fuga. La falsa adaptación.
xi. Los caracteres de las
funciones de adaptación. El principio de Le Chatelier y la estabilidad interna
del cuerpo. La ley del esfuerzo.
xii. La supresión de la mayor
parte de las funciones de adaptación por la civilización moderna.
xiii. Necesidad de la actividad
de las funciones de adaptación para el desarrollo óptimo de los seres humanos.
xiv. Significado de la
adaptación. Sus aplicaciones prácticas.
CAPÍTULO VII: EL INDIVIDUO
i. El ser humano y el
individuo. La controversia de los realistas y nominalistas. La confusión de los
símbolos y de los hechos concretos.
ii. La individualidad de los
tejidos y de los humores.
iii. La individualidad
psicológica. Los caracteres que constituyen la personalidad.
iv. La individualidad de la
enfermedad. La medicina y la realidad de los universales.
v. Origen de la
individualidad. La controversia de los «genetistas» y de los «behavioristas».
Importancia relativa de la herencia y del desarrollo. La influencia de los
factores hereditarios sobre el individuo.
vi. La influencia del
desarrollo sobre el individuo. Variaciones del efecto de este factor, según los
caracteres inmanentes del individuo.
vii. Los límites del
individuo en el espacio. Las fronteras anatómicas y psicológicas. Extensión del
individuo más allá de las fronteras anatómicas.
viii. Los límites del
individuo en el tiempo. Los lazos del cuerpo y de la conciencia con el pasado y
con el futuro.
ix. El individuo.
x. El hombre es a la vez un
ser humano y un individuo. Realismo y nominalismos son ambos necesarios.
xi. Significado práctico del
conocimiento de nosotros mismos.
CAPÍTULO VIII: LA RECONSTRUCCIÓN DEL HOMBRE
i. ¿Puede la ciencia del
hombre conducir a su renovación?
ii. Necesidad de un cambio de
reorientación intelectual. El error del Renacimiento. La supremacía de la
materia y la del hombre.
iii. ¿Cómo utilizar el
conocimiento de nosotros mismos?. ¿Cómo construir una síntesis?. ¿Le es posible
a un sabio adquirir una masa tal de conocimientos?
iv. Las instituciones
necesarias a la ciencia del hombre.
v. La restauración del hombre
según las reglas de su naturaleza. Necesidad de obrar a la vez sobre el
individuo y su medio ambiente.
vi. Selección de los
individuos. Las clases biológicas y sociales.
vii. La construcción de la
élite. El eugenismo voluntario. Una aristocracia hereditaria.
viii. Los agentes físicos y
químicos de la formación del individuo.
ix. Los agentes fisiológicos.
x. Los agentes psicológicos.
xi. La salud.
xii. El desarrollo de la
personalidad.
xiii. El universo humano.
xiv. La reconstrucción del
hombre.
«Dedico este libro a
mis amigos FEDERIC R. COUDERT, CORNELIUS CLIFFORD y BORIS A. BAKHMETEFF». Alexis Carrel
PREFACIO (El mismo autor, A. Carrel, nos dice en este prefacio)
El
que ha escrito este libro no es un filósofo. No es más que un hombre de
ciencia. Pasa la mayor parte de su vida en laboratorios estudiando a los seres
vivientes, y el resto del tiempo en el vasto mundo, contemplando a los hombres
y procurando comprenderlos. No tiene la pretensión de conocer las cosas que se
encuentran fuera del dominio de la observación científica. En este libro se ha
esforzado por distinguir claramente lo conocido de lo que pudiera conocerse;
por averiguar con la misma claridad, la existencia de lo desconocido y de lo incognoscible.
Ha
considerado al ser humano como la suma de las observaciones y de las
experiencias de todos los tiempos y de todos los países, pero, lo que ha
descrito, lo ha visto por sí mismo o bien lo ha obtenido directamente de los
hombres con los cuales se ha asociado. Ha tenido la buena fortuna de
encontrarse en condiciones que le han permitido estudiar, sin esfuerzo ni
méritos de su parte, los fenómenos de la vida en su turbadora complejidad.
Ha
podido observar casi todas las formas de la actividad humana. Ha conocido a los
pequeños y a los grandes, a los sanos y a los enfermos, a los sabios y a los
ignorantes, a los débiles de espíritu, a los locos, a los habilidosos, a los
criminales. Ha frecuentado campesinos, proletarios, empleados, hombres de negocios,
comerciantes, políticos, soldados, profesores, maestros de escuela, sacerdotes,
aristócratas, burgueses. El azar lo ha colocado en el camino de los filósofos,
de los artistas, de los poetas y de los sabios. Y a veces, también, junto a los
genios, los héroes, los santos.
Al
mismo tiempo ha visto desarrollarse los mecanismos secretos que, en el fondo de
los tejidos, en la vertiginosa inmensidad del cerebro, son el substratum de
todos los fenómenos orgánicos y mentales. Lo que le ha permitido asistir a este
gigantesco espectáculo es el modo en que se conduce la existencia moderna.
Gracias
a ello ha podido extender su atención sobre los más variados dominios, cada,
uno de los cuales, normalmente, absorbe enteramente la vida de un sabio. El
autor ha vivido tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo. Pasa la mayor parte
de su tiempo en el “Rockefeller Institute for Medical Research” porque es uno
de los hombres de ciencia a quienes Simón Flexner ha reunido en este Instituto.
Allí ha tenido ocasión de contemplar los fenómenos de la vida, entre las manos
de expertos incomparables, tales como Jacques Loeb, Meltzer y Noguchi y otros
grandes sabios. Gracias al genio de Flexner, el estudio del ser vivo ha sido
abordado en estos laboratorios en una amplitud no igualada hasta el presente.
La
materia es estudiada aquí en todos los grados de su organización y de su
impulso hacia la realización del ser humano. Se examina la estructura de los
más pequeños organismos que entran en la composición de los líquidos y de las células
del cuerpo: las moléculas, de cuya arquitectura nos dan noticias claras los
rayos X, y en un nivel más elevado de la organización material, la constitución
de moléculas enormes de sustancia proteica, y los fermentos que sin cesar las
construyen y las desintegran.
También
se ha observado el equilibrio físico-químico que permite a los líquidos
orgánicos mantener constantemente su composición y constituir el medio interior
necesario en la vida de las células. En una palabra, el aspecto químico de los fenómenos
fisiológicos, se considera simultáneamente con las células, con la organización
de éstas en sociedades y con las leyes de sus relaciones con el medio interior.
Se
estudia el conjunto formado por los órganos y los humores juntamente con sus relaciones
con el medio cósmico. Se observa la influencia de las sustancias químicas sobre
el cuerpo y sobre la conciencia. Otros sabios se consagran al análisis de los
seres minúsculos, bacterias y virus, cuya presencia en nuestro cuerpo determina
las enfermedades infecciosas. Se investigan los prodigiosos medios que para
resistirlos utilizan los tejidos y los humores. Se estudia el curso de las
enfermedades degenerativas, como por ejemplo, el cáncer y las afecciones
cardíacas. Se aborda, en fin, el profundo problema de la individualidad y de
sus bases químicas.
Ha
bastado al autor de este libro escuchar a los sabios que se han especializado
en estas investigaciones y observar sus experiencias, para aprehender la
materia en su esfuerzo organizador, las propiedades de los seres vivientes y la
complejidad de nuestro cuerpo y de nuestra conciencia. Ha tenido, por lo demás,
la posibilidad de abordar por sí mismo los temas más diversos, desde la
fisiología hasta la metapsíquica, porque, por primera vez, los procedimientos
modernos que multiplican el tiempo, han sido puestos a disposición de la
ciencia.
Se
diría que la sutil inspiración de Welch y el idealismo de Frederic T. Gates
hicieron florecer en el espíritu de Flexner una concepción nueva de la biología
y de los métodos de investigación. Al espíritu científico puro, Flexner
proporciona la ayuda de métodos de investigación que permiten economizar el
tiempo de los trabajadores, facilitar su cooperación voluntaria y mejorar la
técnica experimental. Gracias a estas investigaciones, cada cual puede
adquirir, si quiere darse algún trabajo, una multitud de conocimientos sobre
diversos objetos cuya maestría habría exigido en una época anterior muchas
existencias humanas.
El
inmenso número de conocimientos que poseemos hoy día sobre el hombre, es un
obstáculo para su empleo. Para que resulte utilizable, nuestro conocimiento
debe ser sintético y breve. Por lo demás, el autor de este libro no ha tenido
la intención de escribir un tratado acerca de nosotros mismos, porque un
tratado tal, aun conciso, se compondría de varias docenas de volúmenes. Ha
querido hacer tan sólo una síntesis inteligible para todos. Se ha esforzado,
pues, en ser breve; en condensar en un pequeño espacio el mayor número posible
de nociones fundamentales aunque no elementales. Se ha esforzado, además, por
no presentar al público una forma atenuada o pueril de la realidad. Ha cuidado
de hacer una obra de vulgarización científica que está igualmente dirigida al
sabio y al ignorante.
Ciertamente
se da cuenta de las dificultades inherentes a la temeridad de su empresa. Ha
procurado encerrar al hombre entero dentro de las páginas de un libro pequeño.
Naturalmente, no lo ha conseguido. No logrará satisfacer, lo sabe, a los
especialistas, que son, cada uno en su especialidad, más sabios que él y que le
encontrarán superficial. No satisfará tampoco al público no especializado, que
encontrará en este libro demasiados detalles técnicos.
Sin
embargo, para adquirir una concepción mejor de lo que somos, es necesario
esquematizar los conocimientos de las ciencias particulares y describir también
a grandes rasgos los mecanismos físicos, químicos y fisiológicos que se ocultan
bajo la armonía de nuestros gestos y de nuestros pensamientos. Y es preciso
confesarnos que una tentativa no muy feliz, aunque en parte abortada, vale más
que la ausencia de toda tentativa. La necesidad práctica de reducir a un
pequeño volumen todo lo que conocemos acerca del ser humano ha tenido un grave
inconveniente: da un aspecto dogmático a proposiciones que no son, sin embargo,
otra cosa que conclusiones de observaciones y de experiencias. A menudo se ha
debido resumir en algunas palabras, o en algunas líneas, trabajos que durante
años han absorbido la atención de los fisiólogos, higienistas, médicos,
educadores, economistas y sociólogos.
Casi
cada frase de este libro es la expresión de la labor de un sabio, de sus
pacientes investigaciones, a veces de su vida entera dedicada al estudio de un
objeto único. A causa de los límites que se ha impuesto, el autor ha resumido
de manera demasiado breve un conjunto gigantesco de observaciones. Ha dado así
a la descripción de los hechos, la forma de afirmaciones. Es a esta misma causa
a la que hay que atribuir ciertas inexactitudes aparentes. La mayor parte de
los fenómenos orgánicos y mentales han sido tratados de manera esquemática.
Diferentes cosas aparecen así agrupadas en conjuntos al igual que, vistos de
lejos, los distintos planos de un macizo de montañas se confunden. No hay,
pues, que olvidar que este libro expresa de una manera aproximada la realidad.
No debemos buscar en el esquema de un paisaje los detalles contenidos en una
fotografía. La brevedad de la exposición de un inmenso objeto da a esta
síntesis, inevitables defectos.
Antes
de comenzar este trabajo, el autor ya se daba cuenta de sus dificultades, de su
casi imposibilidad. Lo ha emprendido sencillamente porque alguien tenía que
emprenderlo. Porque el hombre es hoy día incapaz de seguir a la civilización
por la vía en que ésta se desliza. Porque, en resumidas cuentas, degenera.
Fascinado por la belleza de las ciencias de la materia inerte, no ha
comprendido que su cuerpo y su conciencia siguen las leyes más oscuras, pero
también inexorables del mundo sideral y que no puede infringirlas sin peligro.
Es, pues, imperativo que tenga conocimiento de las relaciones necesarias que lo
unen al mundo cósmico y a sus semejantes. Hace falta también que conozca algo
de sus tejidos y de su espíritu.
A
la verdad, el hombre prima sobre todo. Con su degeneración, la belleza de
nuestra civilización y aún la grandeza del universo se desvanecerían. Por esta
razón, ha sido escrito este libro. Ha sido escrito no en la paz de los campos
sino en la confusión, el ruido y la fatiga de Nueva York. Su autor ha sido
empujado a este esfuerzo por sus amigos, filósofos, sabios, juristas,
economistas, hombres de grandes negocios, con los cuales conversa desde hace
años sobre los grandes problemas de nuestro tiempo. De Federico R. Coudert,
cuya mirada penetrante abraza más allá de los horizontes de América, los de
Europa, es de quien ha provenido el impulso generador de este libro.
Ciertamente, la mayor parte de las naciones siguen el camino abierto por la
América del Norte. Todos los países que han adoptado ciegamente el espíritu y
los métodos de la civilización industrial, tanto Rusia como Inglaterra, Francia
y Alemania, están expuestos a los mismos peligros de los Estados Unidos. La
atención de la humanidad debe dirigirse desde las máquinas y el mundo físico al
cuerpo y al espíritu del hombre. Debe interesarse en los procesos fisiológicos
y espirituales, sin los cuales las máquinas y el universo de Newton y de
Einstein no existirían.
Este
libro no tiene otra pretensión que poner al alcance de cada cual un conjunto de
investigaciones científicas que se refieren al ser humano de nuestra época.
Comenzamos a sentir la debilidad de nuestra civilización. Muchos desean
escapar, hoy día, de los dogmas de la esclavitud moderna. Para ellos ha sido
escrito este libro. Y también para los audaces que enfrentan la necesidad, no
sólo de cambios políticos y sociales, sino de un cambio total de la
civilización industrial junto con el advenimiento de otra concepción del
progreso humano.
Este
libro se dirige a todos aquellos cuya tarea cotidiana es la educación de los
niños, la formación o dirección del individuo. A los directores de
instituciones, a los higienistas, a los prelados, a los profesores, a los
abogados, a los magistrados, a los oficiales de ejército, a los ingenieros, a
los jefes de industrias, etc. También a los que reflexionan sencillamente sobre
el misterio de nuestros cuerpos, sobre nuestra conciencia y sobre el universo.
En suma, a todo hombre y a toda mujer. Se presenta a todos en forma de breve
exposición de lo que la observación y la experiencia nos revelan respecto de
nosotros mismos.
Alexis Carrel (1935)
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