Novena edición 8-2B-31
Alvin Toffler
Plaza
& Janes Editores, Barcelona, 1977
(jan)
Entre los libros que he leído está éste que
lleva por título EL SHOCK DEL FUTURO, de Alvin Toffler, escritor y futurista
norteamericano, sociólogo, filósofo y hombre de letras: entre sus libros está
el que acabo de mencionar, escrito en 1970, atractivo e importante porque habla
de los cambios vertiginosos que se darán, en casi todos los aspectos, en la sociedad
del mundo entero; aparecen sus rasgos trágicos cuando dice que el hombre debe
prepararse para adaptar su vida al cambio, pues, de no hacerlo, sufriría el
«shock del futuro».
El libro es un volumen de más de 600 páginas,
cuya lectura lleva su tiempo. Voy a limitarme aquí a presentar una breve reseña
sobre su Capítulo XI que el autor tituló «La familia rota». He escogido este
capítulo por estar convencido de que la familia es una mini sociedad de la que
ha dependido siempre la gran sociedad y la sociedad humana del mundo entero.
Primera
idea: un grupo de críticos sociales piensa que la
familia se acerca al momento de su «completa extinción». Otros, dentro de este
grupo, creen que la familia está limitada solo a los «dos primeros años de la
crianza del hijo», pues esta será su única función.
Los optimistas sostienen que la familia seguirá
existiendo en el futuro, como ha existido hasta ahora. La propia tempestad del
mañana hará que el individuo se una más a la familia, en una palabra la familia
servirá de «fondeadero» contra las tormentas del cambio.
Segunda
idea: La nueva tecnología que habrá en la
generación de seres humanos, será la fuerza que conmoverá los cimientos de la
familia: posibilidad de determinar el sexo del hijo, programar su cociente intelectual,
escoger los rasgos de su personalidad.
Injertos embrionarios, cultivos in vitro, compra de embriones. La discusión de
estas cosas puede dar al traste, en un rato, con los valores ortodoxos de la
familia y sus responsabilidades. ¡Qué sucederá con el sentimiento de
maternidad, cuando puedan fabricarse niños en un frasco de laboratorio! Qué
será del culto a la maternidad –se pregunta Weitzen– «si su retoño puede no ser
literalmente suyo, sino de un óvulo genéticamente superior, trasplantado a su
matriz, desde la de otra mujer, o incluso desde una redoma. La importancia de
la mujer no dependerá ya de que solo ella puede parir hijos. No solo la
maternidad sino el concepto mismo de paternidad sufrirá una revisión radical.
Si se ha criado ya el «multirratón» (individuo con un número de padres superior
a uno) ¿no podrá crearse el «multihombre»? En este campo, hay otras
posibilidades, incluso grotescas.
Tercera
idea: La familia se reducirá numéricamente. La
preindustrial era muy numerosa, incluidos tíos, abuelos, nietos, etc. pero
carecía de movilidad. El industrialismo requirió masas de trabajadores, capaces
de trasladarse en un instante: la familia se redujo a los padres y pocos hijos.
El súper industrialismo exigió más movilidad: un hombre y una mujer. En la
actualidad –dice el autor– avanzamos a la casi supresión de la paternidad que
quedará reducida a pocas familias, cuya función principal será la
«procreación», dejando al resto de la sociedad funcionar como individuos. Una
solución de compromiso: retraso en la procreación, para que hombres y mujeres
puedan atender primero las exigencias de sus carreras. La familia de después
de la jubilación puede llegar a ser una institución social reconocida.
Cuarta
idea: Ante estos hechos –y otros más extravagantes–
quedan «pocas probabilidades para el amor». El amor en el matrimonio es una
expectativa profundamente arraigada en nuestra cultura. Y el amor ha dejando de
ser algo epidérmico para la familia; es su justificación primaria.
Sin embargo el amor se define como una noción
de «desarrollo compartido», una hermosa red de necesidades complementarias, que
pasan de uno a otro produciendo ternura y cariño. Pero si el amor es producto
de un desarrollo compartido, y si hemos de calibrar el éxito del matrimonio por
el grado de coincidencia en dicho desarrollo, hay que hacer una firme y
fatídica predicción para el futuro: el autor dice que es casi milagroso que dos
personas (hombre-mujer) se desarrollen en grados comparables. Si, al mismo
tiempo, la duración de la vida se eleva, prolongando el período en que se
supone debe mantenerse el desarrollo paralelo, las probabilidades contra el
éxito son astronómicas. Así –dice N.Foote: esperar que en las actuales
condiciones un matrimonio dure indefinidamente es esperar mucho. Pedir que el
amor dure igual es pedir mucho más.
Quinta idea: el matrimonio temporal:
este cambio en las probabilidades estadísticas contra el amor explica la
elevada proporción de divorcios y separaciones en la mayoría de las sociedades
tecnológicas. A mayor ritmo de vida y mayor duración de ésta, más aumentan
aquellas probabilidades.
Millones de hombres y mujeres, en vez de optar
por alguna nueva variedad familiar, se casan convencionalmente, tratan que el
matrimonio funcione y, cuando se separan los caminos, se divorcian o se separan
físicamente. Como el matrimonio convencional se muestra incapaz de dar el «amor
eterno», habrá una franca aceptación de los matrimonios temporales. Cuando los
caminos de hombre y mujer se hagan demasiado diferentes, podrán terminar el
asunto, sin trastornos y con menos problemas que los que hoy acompañan a los
divorcios actuales. Y luego, dada la ocasión, se casarán de nuevo, de nuevo, de
nuevo... Es un producto natural e inevitable de una sociedad en que prima el
«tírese después de usarlo una sola vez». En esta sociedad se propagará el
matrimonio temporal y luego el matrimonio en serie.
Sexta
idea: Trayectorias matrimoniales. En la mayoría de
los casos, la primera unión se producirá en la juventud con el matrimonio a
prueba. Hoy mismo en USA y Europa se experimenta masivamente con estos
matrimonios. Hay filósofos religiosos que los promueven. Este será el primer
paso en la carrera del matrimonio en serie.
Terminada esta fase, la pareja puede pasar a la
siguiente, en la que habrá muchas modalidades: pueden optar por no tener hijos;
pueden decidir tener, adoptar o comprar uno o más hijos; criar ellos mismos o
encomendarlos a padres profesionales. Esto deberán decidir personas adultas de
poco más de... 20 años, época en que estarán en su segundo matrimonio.
El tercer punto, muy significativo en esta
carrera, se producirá cuando los hijos abandonen la casa paterna. La
terminación de relaciones padres-hijos resulta terrible, especialmente para las
mujeres que, cuando se marchan sus hijos, se encuentran en la vida sin una raison d’etre. Incluso muchos divorcios
se deben a esta traumática situación. Hoy se produce este abandono antes de lo
que se producía en la generación anterior, y en la generación siguiente será
antes que todo. No todos estos matrimonios durarán hasta la muerte, pues la
familia enfrentará un cuarto punto crucial, que se producirá cuando uno o ambos
cónyuges se retiren del trabajo. El súbito cambio de la rutina diaria produce
grandes tensiones en la pareja: algunos escogerán la familia pos jubilación,
iniciando la tarea de crianza de hijos; esto puede llenar el vacío que siente
la pareja que finaliza su vida de trabajo.
En conjunto, el número medio de matrimonios per
cápita irá en aumento, lenta pero indefectiblemente. La mayoría de las personas
cumplirá la predicción anterior (muchos matrimonios convencionales pero temporales.
Otros –atrevidos o desesperados– harán experimentos menos convencionales
(vida comunal o viviendo solos con un niño). El resultado será
una gran variedad de tipos matrimoniales, amplia opción entre pautas de vida e
infinitas experiencias nuevas. Pero lo más común será el matrimonio temporal.
APRECIACIONES JAN: Alvin Toffler es un
futurista que, a base de sus propias elucubraciones, apoyadas en sus amplios
conocimientos de hombre de letras, nos anuncia los cambios vertiginosos que se
darán en todos los ámbitos de la sociedad humana, y la necesidad de adaptar nuestra
vida a dichos cambios, so pena de sufrir el Shock del futuro. Los cambios
anunciados que más me han apenado son (a) la extinción del amor matrimonial y
(b) la implantación del matrimonio temporal.
Si el
matrimonio pierde el amor, habrá quedado como un día sin sol, como un verso sin
ritmo, como un cuerpo sin alma. El amor es un
impulso ferviente hacia otra persona, para entregarle no solo cuanto tenemos
sino cuanto somos: es dación del yo mismo. Exige en los cónyuges renuncia del
egoísmo. El amor conyugal no es el erotismo, que hoy es lo que se llama amor,
impulso instintivo que culmina en el sexo y que, una vez logrado, se extingue
solo. Los matrimonios hoy día duran pocos años, con frecuencia solo meses; se
han convertidos en una orgía de veleidades; ¡qué pena, el mundo de hoy está
haciendo de la hermosa institución matrimonial un recinto desgraciado en donde
pueden darse todas las aberraciones y conflictos, por increíbles que parezcan!
¿Para esto fue inventado el matrimonio?
Lo que sucede en la actualidad es lo que un
autor francés ya lo dijo, aunque para otro propósito: «las parejas se juntan sin conocerse, viven sin amarse, mueren sin
llorarse». Si el amor no se mantiene presente en el matrimonio, es
imposible que éste exista y más todavía que subsista «hasta que la muerte nos
separe». El matrimonio bajo un mismo techo y en una misma cama, todos los días,
es un lugar propicio para producir conflictos de toda clase y gravedad: una
vida de tanta intimidad enseguida pone al descubierto los defectos de los
cónyuges, defectos de los cuales unos son una «piedra en el zapato» muy mortificante, y otros son agresiones personales y amenazas
graves (hasta de muerte). Estos defectos y amenazas solo pueden evitarse o
incluso superarse con mucho amor. El cuadro se agrava si se toma en cuenta que
hoy, en el trajín de la vida diaria no actúan motivaciones éticas ni religiosas,
que podrían constituir un freno para muchos desmanes.
Como resultado, el matrimonio llega a su fin, y
es remplazado por otro y así sucesivamente. Así se van institucionalizando los «matrimonios
temporales», otra manera de manosear la grandeza del matrimonio, «por amor y
para toda la vida». (Sobre el matrimonio cristiano léase Mt 19,6 y Mc 10,9).
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